Hace días hice esta pregunta en redes sociales, obteniendo 153 respuestas, de las cuales un buen porcentaje contestó que sí era posible. Algunos argumentaban que sí es posible pero que eso demostraría un estancamiento en la vida espiritual de la persona, otros decían que los que reciben a Jesús como Salvador pero no como Señor se quedan solamente con la fe salvadora sin experimentar una vida transformada, por lo que ellos terminan perdiéndose de la gran bendición.
Sin embargo, ¿Qué dice la Biblia de esto? ¿Es posible recibirlo como Salvador sin recibirlo como Señor?
“¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia.” Romanos 6:16-18
Estos versículos nos dejan en claro varias cosas muy importantes, una de ellas es que solamente hay dos opciones, somos siervos “del pecado para muerte o de la obediencia para justicia”
Con esto Pablo no esta diciendo que la salvación es el resultado de nuestras buenas obras, él mismo dijo en Romanos 8: “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado, y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne, para que la justicia de la ley fuese cumplida en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al espíritu.”
Sabemos que la salvación es solamente por Jesús, mediante la fe. Sin embargo, claramente se enseña en Romanos 6 que si tienes verdadera fe en la obra salvadora de Jesús, has pasado de ser esclavo del pecado a ser esclavo de la obediencia. Has pasado de muerte a justicia. Esto no sólo se refiere a una realidad espiritual sino que esa verdad espiritual se reflejará en lo práctico. ¿A quién estamos sometiéndonos?
En otras palabras, cuando creímos en Jesús ha habido una transferencia de señorío. Antes obedecíamos al pecado, pero ahora Jesús nos ha hecho libres para poder rendirnos a Él como nuestro Señor.
Cuando la Biblia habla de recibir a Jesús como Señor se refiere a someter nuestra vida y voluntad a su gobierno total. Antes nos encontrábamos haciendo completamente lo contrario; vivíamos como enemigos rebeldes a su palabra, por eso mismo la predicación de Juan el bautista incluía el arrepentimiento:
“El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.” Marcos 1:15
Para creer genuinamente en Jesús como Salvador antes hay una revelación de nuestro propio pecado. Cuando creemos en Jesús como Salvador estamos reconociendo nuestra rebelión y culpabilidad delante de Dios, por lo que fuertemente nos sujetamos de nuestro Salvador cómo la única solución. Y en ese mismo momento, junto con el arrepentimiento, le hacemos Señor diciendo: “ya no quiero vivir yo, ahora vive tú en mi, dirige mi vida, enséñame tus caminos, toda mi vida he estado ofendiéndote, ahora quiero agradarte”.
Junto con ese sobrenatural arrepentimiento recibimos la gracia inmerecida de Dios al perdonarnos, y como dice en Tito 2:11-14:
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.”
Alguien que verdaderamente ha recibido la gracia de Dios, es transformado. Su gracia no nos enseña que podemos seguir practicando pecado, al contrario, nos enseña a morir a nosotros mismos y vivir para Cristo. El justificado se somete a Jesús, dando así evidencia de su justicia imputada por la fe en Jesús. Esto no es un proceso, el cambio de señorío es inmediato. La fe verdadera se manifiesta en sumisión y obediencia, sin excepción alguna.
Jesús mismo predicó este evangelio:
“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” Mateo 16:24
El que sigue a Jesús le da la espalda a sus propios deseos, se niega cada día y toma su cruz, el cual es un instrumento de muerte. El que sigue a Jesús implícitamente lo recibe como Salvador y como Señor de su vida. No son genuinos cristianos aquellos que llamándose a sí mismos como tal, siguen viviendo en obediencia intencional a sus deseos carnales. Tratemos a aquellos como inconversos, predicándoles el evangelio con amor e insistiéndoles al verdadero arrepentimiento.
Es un error confundir la salvación con la santificación. A diferencia de la salvación, la santificación sí es un proceso, es el proceso por el cual todo cristiano va siendo transformado a la imagen de Jesús. Cuando hay una verdadera conversión hay una respuesta inmediata de sumisión, sin embargo, conforme vayamos caminando con Jesús, estaremos siendo transformados cada vez más a su imagen y semejanza, y ese proceso no se terminará hasta que lleguemos a la estatura de Jesús. Pero nuevamente, este proceso de santificación empieza al recibir la salvación y el señorío de Jesús en nuestra vida, enseñándonos sus caminos a través de Su Palabra, y el Espíritu Santo ayudándonos a obedecerlos.
Algunos justifican que se puede recibir a Jesús sin recibirlo como su Señor con la historia del ladrón crucificado junto a Jesús en Lucas 23:39-43:
“Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.”
Este ladrón había vivido toda una vida desenfrenada, al punto que la sociedad lo crucificó. Pero vemos la misma fe en este hombre que la que tuvo Pablo; él sabía lo que merecía por su estilo de vida, sin embargo, le pide misericordia a Jesús, reconociendo que Jesús era sin pecado, que tenía el poder para perdonarlos, que tenía un reino, que resucitaría, y regresaría para reinar. ¡Que fe! Este hombre, aunque no tuvo la oportunidad para vivir una vida anunciando a quien servía, al último momento de su vida es evidente que reconoció a Jesús como su Salvador y Señor, al punto que se puso a merced de Él. Recibiendo las alentadoras palabras de Jesús asegurándole un lugar en su reino.
La buena noticia es que el señorío de Jesús no es gravoso, ser esclavos de Jesús es lo mejor que nos puede pasar, Jesús mismo nos hace una tierna invitación diciendo:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.” Mateo 11:28-30
El yugo es un instrumento de sumisión, lo usan los agricultores poniéndolo en el cuello de los bueyes, para direccionarlos.
Jesús nos invita a llevar su yugo sobre nosotros, ser direccionados por Él, y aprender de Él. Y continúa diciendo que de esta manera encontraremos descanso para nuestras almas. A diferencia de lo que el mundo puede pensar, estar bajo el señorío de Jesús es lo más seguro para nosotros, porque Él es confiable. Bajo su señorío encontraremos protección, dirección y descanso.
Concluimos que el recibir el señorío de Jesús es parte esencial del evangelio. El que lo ha creído, ha confesado a Jesús como su Señor, y no solamente como su Salvador. Pero por supuesto, todos aquellos que lo hemos confesado como Señor le hemos fallado. Yo le he fallado un sinfín de veces, pero en mi corazón y voluntad está el querer agradar a Dios, mi corazón se duele cuando le fallo porque ahora vivo para mi Señor.
Si tú estás viviendo algo parecido, si no quieres fallarle pero muchas veces lo haces, pídele perdón. Pídele que te ayuda a vivir conforme a su voluntad, pero descansa en su perdón. Recibe su gracia que sin mérito alguno te extiende día tras día en Cristo Jesús y que esa gracia te enseñe a vivir para Él.
Pero si estás viviendo una practica desenfrenada de pecado (como yo en un momento de mi vida), te digas cristiano o no, estás en una posición como opositor de Dios, y eso te llevará a la muerte eterna. Sin embargo, hay esperanza en Jesús. Arrepiéntete de tus pecados (cambio de rumbo), pídele perdón a Dios, cree en Jesús como tu Salvador y Señor, y serás salvo.
Como Pablo anuncia:
“Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” Romanos 10:9
“Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” Hechos 16:31
Muchos dicen creer, incluso elevan su declaración diciendo que aman a Jesús, sin embargo sus vidas gritan que Jesús no es su Señor ya que a quienes se someten son a los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y a la vanagloria de la vida. Cuando verdaderamente Dios abre nuestros ojos para creerle, pasamos de la esclavitud del pecado a la esclavitud de la justicia. Despojándonos de nuestra antigua manera de vivir hacia una vida de obediencia y sumisión por amor a Jesús.
¿Se puede recibir a Jesús como Salvador sin tener que rendirle nuestra vida como Señor? la respuesta es no. Jesús no es solamente Salvador, también es Señor.
Muy buen post. Por favor, no dejes de escribir. 🙂
Bendiciones!