¿Puedo ser feliz si aún no me caso o jamás lo hago? ¿Puedo ser feliz si aún no tengo ese trabajo o si jamás lo consigo? ¿Puedo ser feliz si no tengo aquello y jamás lo obtengo?
Muchas veces este tipo de pensamientos han pasado por mi mente. Si somos honestos, confesaremos juntos que constantemente estamos en búsqueda de nuestra satisfacción y felicidad. Si tu eres cristiano probablemente dirás “Pero Jesús nos enseña a crucificar nuestros deseos y a vivir, no para nuestra felicidad, sino para cumplir la voluntad del Padre.” Esto es cierto, sin embargo, el deseo de ser feliz es dado por Dios y está dentro de su voluntad.
El problema no se encuentra en la búsqueda de la felicidad sino en el lugar en donde la buscamos.
Todos buscamos saciar nuestra sed. Algunos lo intentan a través del éxito profesional, otros a través de una persona, dinero, sexo, familia, fama, conocimiento, ministerio, etc. El problema es que estas fuentes de gozo son temporales y falibles. ¿Qué pasa si tu gozo está en tu salud y te diagnostican una enfermedad?, ¿Qué cuando tu gozo está en una persona y esa persona te falla?, ¿Qué si está en las riquezas y de un día para otro pierdes todo? Si nuestro gozo está depositado en fuentes defectuosas podemos estar seguros de que viviremos insatisfechos.
La búsqueda del gozo es parte del diseño de Dios en nosotros, pero dentro del diseño mismo está que Jesús sea la fuente.
John Piper se refiere a esto como “Hedonismo Cristiano” explicando que este “enseña que el deseo de ser feliz es dado por Dios y no debe ser negado o resistido, sino dirigido a Dios para satisfacción”.
La Biblia está llena de estos cristianos hedonistas desde el antiguo hasta el Nuevo Testamento. Vemos a Moisés rechazando los placeres temporales del pecado y considerando como mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros de Egipto (Hebreos 11:24), vemos al Rey David aconsejándonos en poner nuestra delicia en el Señor (Salmo 37:4), y expresando en un sinfín de Salmos que Dios era su exclusiva delicia. También tenemos a Pablo estimando todas las cosas como pérdida y basura a fin de ganar a Cristo (Filipenses 3:8). Y tenemos el mayor estándar de esto en Jesucristo mismo pues, por el gozo puesto delante de él, sufrió la cruz. (Hebreos 12:2) puesto que su alegría y satisfacción se encontró en su Padre y en cumplir su voluntad.
Estos 4 hombres vivieron aflicciones, pérdidas y carencias, pero debido a que su gozo se encontraba en lo inamovible, (en Dios mismo) ellos vivieron vidas satisfechas en Dios y por ende, dándole mucha gloria.
Dios es soberano y en su soberanía ha predicho todos los eventos, aflicciones y carencias que pasaremos. Sin embargo, dentro de su soberanía estuvo el dar a su único hijo para que todos aquellos que creeríamos en Él no nos perdiéramos sino que tuviéramos vida eterna. (Juan 3:16)
Sin Cristo íbamos en caída libre de nuestra insatisfacción hacia nuestra muerte eterna. Pero cuando por la sangre de Jesús experimentamos el ser limpiados de, y perdonados por, nuestros pecados, experimentamos lo que dice en Salmos 71:23 “Mis labios se alegrarán cuando cante a ti, y mi alma, la cual redimiste”. Y también lo que dice Isaias 61:10 “Me deleito mucho en el Señor; me regocijo en mi Dios. Porque él me vistió con ropas de salvación y me cubrió con el manto de la justicia”.
Cuando Cristo nos salvó, no sólo lo hizo para librarnos de una muerte eterna sino también para recibir un gozo incomparable, infalible y perfecto en Él, para la gloria de Dios.
Así que sin importar lo que estes pasando o lo que te falte, si tienes a Jesús tienes todo lo que necesitas para tu plenitud en esta vida y la venidera. Salmos 16:11 dice: “En tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre”
El gozo no se encuentra en nuestras posesiones ni condiciones, se encuentra en una persona y su nombre es Jesucristo.
El gozo ni siquiera lo encontraremos en las bendiciones dadas por Dios, nuestra alma está insatisfecha hasta que obtiene a su Creador. Yo misma he pedido y espero recibir bendiciones de Dios, sin embargo, me he dado cuenta que no necesito todo lo bueno que proviene de Él para estar completa, porque mi plenitud se encuentra en Él.
Estoy segura que si mañana Dios contestara todas mis peticiones y aún si viera el cumplimiento total de sus promesas, no estaría más completa que lo que puedo estar hoy en Cristo Jesús.
No necesitas esperar a casarte, tener un hijo, tener un ascenso laboral, construir la casa de tus sueños, recibir la sanidad, ni aún ver la salvación de tu familia, para experimentar la plenitud de gozo que se encuentra en Jesús y en la esperanza eterna a la cual nos ha anclado.
¿Puedo ser feliz? La respuesta es que a pesar de toda amenaza, podemos serlo en Jesús.
“Alégrense siempre en el Señor. Insisto ¡alégrense!”. Filipenses 4:4