Como seres humanos, entendemos la realidad y el mundo en el que vivimos desde los múltiples cambios que constantemente ocurren. Hablamos de segundos que luego pasan a ser minutos, de minutos que se convierten en horas y sucesivamente en días, semanas, meses, años, décadas y milenios. Hablamos también de edades de la historia que incluso fue partida en dos debido al nacimiento de Jesucristo.
Nacemos, crecemos, envejecemos y morimos. El tiempo es un constante recordatorio de que nuestra existencia es limitada y temporal. Aquel que es únicamente eterno es Dios, quien ha existido eternamente en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Dios, además de ser eterno también es inmutable: no muta, no cambia. Su carácter es santo y perfecto. Ciertamente, hay atributos: perfecciones propias de la esencia de Dios que no podemos imitar como su soberanía, omnipresencia y omnipotencia. Sin embargo, gracias a la obra de Cristo en los creyentes que redimió para sí, podemos reflejar algunos de sus atributos como su amor, bondad, paciencia y misericordia, por ejemplo. Esto se conoce como santificar el nombre de Dios.
Ahora, al recordar que cambiamos y queremos cambiar, hay verdades que siempre debemos buscar y atesorar ya que traen estabilidad ante la constante mutabilidad e inconstancia de nuestra vida y carácter por situaciones que no logramos controlar.
Al empezar un nuevo año, quiera Dios que las verdades de su palabra sean nuestras metas y anhelos más profundos. Hoy, quisiera que, con un corazón atento y abierto, hagamos de ellas la esencia de nuestro actuar.
La gloria de Dios
Si este año Dios te concede cualquier petición o anhelo, o si por el contrario te da un no por respuesta: busca Su gloria de Dios ya sea que comas o bebas (1 Cor. 10:31). Recuerda que tu recompensa no se encuentra en hacer o tener. Dios podría quitar todo lo que tenemos si así lo quisiera, El podría incluso hacer que dejemos de respirar en este momento. Dios es nuestra recompensa. Él es nuestro tesoro más grande y la vida eterna consiste en conocerlo, en sabernos sus hijas por gracia. Este es el amor que hemos recibido: no joyas ni oro sino la sangre de Jesús. Su vida entera como sacrificio perfecto.
Ciertamente, Dios no nos ha pedido que este año ganemos una cierta cantidad de dinero, alcancemos cierto peso, tengamos este u otro trabajo, sino que le demos gloria en todo lo que hagamos y que primeramente, busquemos su reino.
La gratitud y el gozo
Cuando agradecemos, nos enfocamos en lo que sí tenemos y cultivamos el contentamiento. Si hay alguna meta del cristianismo realmente difícil, creo que se lleva el primer lugar tener contentamiento en donde Dios nos tenga. Hace unos meses escuché de una hermana en la fe que Dios responde rapidísimo cuando le pedimos contentamiento. Te ruego que ahora, al leer este artículo, hagas una pausa y clames a Dios por contentamiento. No conozco tu situación o presente, pero sí sé que Dios es la respuesta. Después de haber orado por contentamiento en numerosas ocasiones, puedo decirte que es verdad. Dios responde rápidamente cuando le pedimos contentamiento.
Al agradecer, recordamos que lo más grande ya nos fue dado en Cristo: una salvación que jamás nos será quitada.
Agradecer a Dios, glorificarlo y tener gozo santo en Él comienza con el evangelio. Comienza con nacer de nuevo y confiar en Cristo para nuestra salvación (Juan 3). Al meditar en el evangelio, recordamos que nuestra estancia en esta tierra es temporal y que realmente, no somos de aquí. Tenemos una ciudadanía en los cielos. Estamos de paso. Este no es nuestro hogar eterno.
Ahora, a manera de cierre, ¿piensas en tu hogar eterno constantemente? Quiera Dios que la realidad más gloriosa de tu existencia de fruto en todo lo que hagas este año. Quiera Dios que este año la gratitud, el gozo y su gloria sean marcas constantes en tu vida. Debido al pecado que aún mora en nosotras, te mentiría si dijera que siempre van a estar en tu vida. Todas luchamos con dar gloria a Dios, con agradecerle en momentos difíciles y en gozarnos en su evangelio.
Lo que sí puedo decirte es que tenemos un gran Ayudador, el Espíritu Santo, que trae a memoria estas verdades en momentos de tentación para que puedas decir que ciertamente, el vivir es Cristo y el morir es ganancia.