Si eres una maestra de Biblia para niños, en grupos pequeños, en grupos para mujeres, en algún programa de tu iglesia, para tus hijos, quiero compartir contigo cuatro puntos a considerar para ver tu corazón en tu servicio a otros para la gloria de Dios.
Comunión
No está de más recordarnos que no podemos dar lo que no tenemos, pero aún más, no podemos ser lo que no hemos aprendido a ser. Puede parecer un «cliché» decir que los cristianos necesitamos y dependemos de la comunión diaria con nuestro Padre, pero es una verdad que no todos aplicamos regularmente. David lo expresó de esta manera: «Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré: Que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, Para contemplar la hermosura del Señor Y para meditar en Su templo», Sal 27:4.
David sabía que todo lo que necesitaba ser y hacer dependía de su comunión con Dios, por eso lo busca más que a nada ni a nadie. Así como David, quienes profesamos la fe en Cristo, estamos unidos a Él (2 Co 5:17), Él es nuestra habitación y nosotras somos Su morada, por ello podemos tener una comunión con Dios que se nutre tanto por leer la Palabra y orar en un tiempo especial, así como meditar en durante el día porque vivimos delante de Él.
Sin una comunión diaria con Dios, sucumbimos ante las guerras internas, las circunstancias nos definen, y dependemos de lo creado para encontrar satisfacción. La sabiduría que procede de lo Alto se recibe por ese tiempo en Sus pies de manera que sea un mensaje que arda en tu corazón cuando enseñas a otros. No sólo enseñas conocimiento, sino el conocimiento de Dios que te está transformando.
Carácter
Una comunión diaria con Dios va formando tu carácter a través de la lectura de la Biblia, la oración, las circunstancias difíciles, los retos diarios y las relaciones personales. Un carácter probado está siendo formado todo el tiempo por la bendita Mano de Dios que se muestra en cómo respondemos, accionamos, pensamos y servimos.
Sin embargo, Pablo nos instruye en cómo se ve este carácter en las mujeres líderes que enseñan a otras la Palabra —él prioriza el carácter sobre el don y el servicio. Las mujeres necesitan ser dignas, no calumniadoras, sino sobrias, fieles en todo, (1 Timoteo 3:11). También da instrucciones en Tito 2:3-5 sobre las características de las mujeres mayores y menores en la iglesia de Creta
En ambos pasajes, la mujer se define por su carácter piadoso y sirve de modelo tanto en su vida pública como privada. Por su carácter humilde y enseñable, fiel y firme, reconociendo que como creyente debe ser una aprendiz de por vida —un corazón enseñable edifica. Además de ser probada a lo largo del tiempo —que no sea una nueva creyente (1 Ti 3:6). No debe vacilar con todo viento de doctrina (Ef. 4:14), sino perseverar en el conocimiento del Señor para trasladarlo a otros.
Comunidad
Además de su comunión con Dios, su carácter que está siendo formado, necesitamos vivir de la mano con una comunidad de creyentes. Somos propensas solo a servir y desconectarnos de la audiencia a quienes enseñamos —caer en altivez por la posición de maestra. Vivir en comunidad nos ayuda a tener un balance entre ser hermanas y discípulas.
De hecho, esto es lo hermoso que vemos en las iglesias del Nuevo Testamento, la comunidad de creyentes perseverando en la doctrina de los apóstoles, compartiendo el pan, orando y alabando juntos al Dios de la Gloria (Hch 2:44-47). La comunidad de creyentes es necesaria para todos, eso incluye caminar bajo sujeción pastoral en todo lo que enseñas, planeas y haces con las ovejas que el Señor ha dado a tu iglesia local.
Ser vulnerables en admitir nuestra necesidad de conocer más la Palabra, confesar luchas de pecado, ser corregidas en cómo mejorar o perfeccionar un don que Dios nos ha dado es importante. Si el contenido o la forma de nuestra enseñanza no puede ser cuestionado, no estamos aprendiendo a ver la belleza que hay en que Dios use a nuestros hermanos y hermanas para ello. Al final, los beneficios de pertenecer a una comunidad y ser comunidad es que juntos estamos creciendo en ser más como Cristo (Ro 8:29).
Contentamiento
Lo que me lleva al último punto que es tener contentamiento en los lugares, personas y con las oportunidades que Dios provee. En última instancia, tanto el propósito por el que fuimos creadas, como el propósito de todo lo que hacemos es la Gloria de Dios (Is 43:7; Col 3:17); razón que nos debiese llevar a un contentamiento en nuestro servicio a Él. Lastimosamente, podemos elevar el don de enseñanza a un lugar en el corazón que es peligroso.
Por eso, no enseñamos a otras porque somos mejores, más importantes o para hacernos de un nombre, sino que enseñamos a otras para que Dios sea conocido y Él transforme los corazones nuestros y de otros al escuchar el mensaje del evangelio. El solo hecho de ser usadas por Dios para enseñar sus hermosas verdades ¡ya es un privilegio inmerecido! Por tanto, tampoco hay elogios más grandes si se hace en una reunión pequeña, a tus hijos, en la escuela dominical o en una conferencia grande.
El contentamiento bíblico nos recuerda que el don procede de Dios, el conocimiento revelado procede de Dios, la comunidad de creyentes procede de Dios y nuestra relación con Él procede de Dios; a la verdad «apartadas de Mí nada pueden hacer», Jn 15:5b. Ese contentamiento nos dará descanso, gozo y sabiduría en nuestras oportunidades de enseñar, además, crece un amor sincero por la audiencia que Dios nos da.
Exhortación
Finalmente, como una hermana mayor en Cristo que ama la enseñanza bíblica, quiero exhortarte a que medites en estas verdades: ¿Cómo está mi comunión con Dios? ¿Cómo estoy creciendo en un carácter que fluye de esa comunión con Dios puesto a prueba y al servicio de una comunidad? ¿Tengo contentamiento porque enseño para la Gloria de Dios?
De las mujeres que más han impactado mi vida son aquellas que son coherentes en sus vidas con lo que enseñan. Son consejos silenciosos que nos dan esperanza, enseñan sabiduría y un amor más profundo al Señor. Su labor, y nuestra labor es apuntar a otros hacia el mejor Maestro: Jesucristo.
Cuando el evangelio nos ha impactado, no podemos quedarnos calladas con semejante mensaje y el impacto que ha hecho en nuestros corazones. ¿Es así como enseñas? ¿Qué es lo más difícil para ti? ¿Rindes cuentas sobre tus enseñanzas? ¿Pides ayuda? ¿Te sientes cansada de enseñar porque no sabes qué enseñar? ¿Es tu don, tu identidad? ¿Deseas enseñar para que tú seas reconocida?
Hazte estas preguntas, ora al Señor que te ayude a formar un carácter semejante al de Cristo, busca ayuda, y adéntrate en Sus verdades cada día, de manera que compartas las verdades que Él ha revelado en Su Palabra.