Te despiertas temprano para tu clase de las 7 de la mañana de la cual te arrepientes de haber inscrito tan temprano. Te haces tu café y te dices a ti misma que en un rato más averiguarás qué desayunar (porque claro, siempre hay tiempo para hacer el café). Te acuerdas en camino a tu clase de que no has tenido tu devocional, pero te dices a ti misma que lo tendrás en la noche cuando termines tus quehaceres (momento que puede o no llegar). Entras a tu clase y notas que a tu alrededor, nadie cree en Jesús. Tus compañeros de equipo tienen una diferente cosmovisión que tú, y te sientes, como nunca antes, nadando contra corriente. ¿Te suena familiar?
La universidad es un lugar en donde hacemos amigos nuevos, llevamos un estilo de vida acelerado, tenemos nuestra agenda tupida de actividades y tareas y, muchas veces, una mentalidad de esforzarnos para sobresalir. También es un ambiente en donde nos encontramos con todo tipo de puntos de vista, ideologías y filosofías que muy pronto se vuelven temas centrales de conversación entre compañeros. Definitivamente en la universidad nuestra fe es estirada, retada y probada.
Yo también estoy ahí. A veces nos podemos sentir diminutas en medio un mar vasto y profundo de desesperanza, cuestionamiento, dolor y pecado.
Así que, ¿cómo podemos glorificar a Dios en la universidad? ¿Cómo mantenernos firmes en nuestro caminar cristiano en este tiempo tan retador? Algunos puntos que considero son importantes de recordar cada día en esta etapa son:
Tu valor no está en el reconocimiento de este mundo
Muy seguido, puede parecer que la universidad es el centro de nuestras vidas y necesitamos desesperadamente sobresalir. Y no me malentiendas, sí es de suma importancia y estamos llamadas a la excelencia en todas las esferas de nuestras vidas. Sin embargo, es muy fácil creer la mentira de que la universidad y el reconocimiento, ya sea social, académico, extracurricular, etc. nos dan nuestro valor y por lo tanto, requieren de nuestra vida entera. Hermana, Jesús es Quien nos da todo el valor y reconocimiento que necesitamos en la cruz. El reconocimiento que obtengamos en este mundo es solamente para Su gloria y solamente por Su gracia (Colosenses 3:17). Descansa en que no necesitas ganar tu posición en este mundo porque el Señor es tu sostén, Él es soberano y te guiará hacia donde debas estar, por Su gracia.
Recuerda la verdad
En la universidad, es fácil, en medio de tantas opiniones, corrientes y puntos de vista, quitar nuestra mirada de la Verdad. Si quitamos nuestra vista de Su palabra, es muy fácil desviarnos tanto en nuestro pensamiento y como consecuencia natural, en nuestra manera de actuar. Los afanes de esta vida y filosofías vanas comienzan a distraernos. Lleva todo pensamiento y especulación a Cristo a través de Su Palabra (2a Corintios 10:5). No pongamos nuestros corazones sobre la arena movediza, sino que meditemos en la Palabra constantemente y contemplemos a Jesús. Un corazón maravillado por la belleza y la gloria del Señor, cuya esperanza está en la Roca eterna, difícilmente será sacudido (Salmo 62:2). Recuerda que nuestro Jesús es Fiel y Verdadero (Apocalipsis 19:11). En Él hay seguridad, confianza y verdad para cada momento de nuestras vidas, y la universidad no es la excepción.
No descuides lo importante
Que los afanes de tu vida no te distraigan de lo que es importante: glorificar a Dios y deleitarte en Él por siempre. Aparta tiempo de calidad para estar con tu Señor, para leer Su palabra y para orar. ¡No te olvides de disfrutar a Jesús! Recuerda que el fruto que da gloria a Dios solamente viene de permanecer en la Vid, que es Cristo (Juan 15:4). Las personas en tu universidad verán los frutos del Espíritu en tí como un resultado natural de tu relación con tu Padre. Predicarás el evangelio con amor y fervor porque recuerdas cómo este mensaje de la cruz te ha transformado a ti. Al contemplar la obra de Jesús, tu alma será recordada del perdón y libertad que hay en Cristo, lo fugaz de la vida y de que somos peregrinos sobre esta tierra.
Plántate en una iglesia local
No hay nada más refrescante que llegar un domingo después de una larga semana académica, emocional, mental y social a la iglesia para escuchar a nuestros hermanos cantar las verdades que fácilmente se nos olvidan. Es necesario para nuestras almas ser expuestas a la Palabra, a través de la predicación. Es maravilloso ser animadas, apoyadas y exhortadas por hermanos en la fe que están pasando por nuestra misma circunstancia, o tal vez ya están del otro lado. Poder rendir cuentas de nuestras luchas, compartir nuestras cargas y orar con ellos es un refrigerio para nosotras. Nada se compara con el hermoso valor de pertenecer a una familia de fe, que nos recuerda que nuestra ciudadanía no está en este mundo y caminan con nosotras hasta nuestro hogar.
Sé sal y luz
Recuerda que estás llamada a ser sal y luz en el mundo. Cuidémonos de no volvernos insípidas. Que nuestras conversaciones, acciones y actividades estén permeadas de gracia, amor y excelencia para que “vean nuestras buenas obras, y glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:13-16). Hay muchísima necesidad espiritual en las universidades. Corazones sin rumbo y con dolor claman por esperanza y libertad. El evangelio es la respuesta. La universidad es tu campo misionero. No nos avergoncemos del evangelio, que es poder de Dios para salvación. Prediquemos a tiempo y a destiempo, recordando que somos llamadas a hacer discípulos.
Somos llamados a ser santos como Dios es santo
“Como hijos obedientes, no se conformen a los deseos que antes tenían en su ignorancia, sino que así como Aquel que los llamó es Santo, así también sean ustedes santos en toda su manera de vivir.” (1 Pedro 1:14-15) Este es un mandato serio. No se trata de que debemos de ser personas perfectas, o esforzarnos para ganarnos la aprobación de Dios. Si hemos puesto nuestra esperanza en Jesús, entonces somos aprobadas y aceptas en Él, no por nuestras obras. Y porque Él nos ha comprado para sí con Su sangre, Él nos llama a la santidad. No te creas demasiado firme, y no asumas que probar un poco de esto o aquello (Proverbios 6:27-28) no te hará caer. Huye del pecado, guarda tu corazón y pon enfrente tuyo la santidad de Dios y el precio que pagó por ti. Esto es por tu bien y para la gloria de Dios.
Oramos para que estos puntos sean de aliento y te recuerden que el Señor nos ha dado en Él mismo y en Su palabra, todas las herramientas que necesitamos para perseverar y darle gloria en cada etapa de nuestras vidas. La universidad es un tiempo retador, pero el Señor ha prometido acompañarnos cada día hasta que Él nos llame a casa. Él seguirá en nosotras la obra que ha comenzado, Él lo ha prometido. Disfruta esta etapa, gózate en el Señor y descansa en Su soberanía. Él te tiene en la palma de Su mano y Sus misericordias son nuevas cada mañana. Y recuerda, tu universidad es tu campo misionero. ¡Manos a la obra!
Me interesa esta página
Muy edigicante
Me encantó este blog, estoy en la universidad y sinceramente me ha costado comenzar con el hábito de la lectura de la palabra y la oración.
Gracias a Dios por este mensaje, me anima. Justo ayer comencé con mi canal de YouTube donde quiero dar a conocer el evangelio de Jesús, tengo miedo pero deseo que el sea Glorificado a través de mi vida.
Me gustaría hacer un post en mi instagram sobre este artículo, ¿puedo hacerlo?