De un tiempo acá he meditado sobre mi reacción a las pruebas diarias, principalmente al observar a dónde corro por ayuda. También he meditado que vivimos en la época del microondas. Buscamos todo con rapidez para obtener los resultados justo como los queremos y en el tiempo que los queremos. Anhelamos resultados rápidos. Deseamos avances rápidos para mostrar a otros y a mí, que estoy haciendo las cosas bien, o que mis obras me dan esos resultados.
La realidad es que los cristianos podemos llegar a tomar la misma cultura de microondas y aplicarla a nuestras disciplinas espirituales, a nuestras reacciones y respuestas a las pruebas, pero sobre todo a nuestra lectura de la Biblia y el propósito de ella.
Nuestras mentes finitas buscan tener un entendimiento completo de cada área de nuestra vida, y terminamos viendo la Biblia como una bola mágica que nos irá dictando: paso 1, paso 2 y paso 3, porque esto es más fácil que esperar y confiar. Ignorando por completo el propósito por el cual existimos: darle honra al Padre que nos ha hecho Suyas, (Is 43:7).
Nuestro buen Dios no nos abandonaría esperando que hagamos lo que nos pide sin ayuda o herramientas. Claro que no. Dios nos provee los medios de gracia para poder crecer de manera que respondamos a las pruebas y situaciones de la vida, según Su voluntad. Por ello la importancia de nuestra lectura bíblica, ella viene a ser nuestro alimento para crecer sanos y fuertes en Cristo. Las pruebas son herramienta de Dios para nuestro crecimiento, y hasta que no nos demos cuenta de cuánto necesitamos de la Palabra de Dios no la veremos como una prioridad. Es un asunto de vida o muerte.
“Tengan por sumo gozo, hermanos míos, cuando se hallen en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia, y que la paciencia tenga su perfecto resultado, para que sean perfectos y completos, sin que nada les falte. Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”, Stg 1:2-5.
Estar en la Palabra de Dios nos lleva a descansar en Dios aún en medio de la incertidumbre y el caos de nuestro alrededor. Leer mi Biblia me recuerda cómo tengo la puerta abierta para correr a Dios con toda libertad y descanso en que Su Verdad es luz a mi necesidad.
Esto es importante porque la biblia dice que el pecado es muerte (Ro 6:23). Los residuos de pecado que aún hay en nuestros cuerpo mortales nos podrán cegar en un día cansado, o un “leeré mañana”; “esto puedo solucionarlo, solo debo esforzarme más”; “buscaré todas las promesas que me hagan sentir segura de que todo saldrá como quiero”, etc. Y sutilmente vamos olvidando la verdadera razón por la cual necesitamos la Palabra: conocer a nuestro Padre Celestial (Jn 17:3). No debemos ignorar el hecho de que la solución al pecado la tenemos a nuestra completa y gratuita disposición; el problema es que no otorgamos al acceso a Dios por medio de la Palabra y la oración, el valor eterno y celestial que tiene el día de hoy.
La Biblia nos lleva a conocer a Dios. Esto porque la Biblia trata de la historia de redención más hermosa y perfecta de Dios, nosotras no somos el centro de ella. Si la leemos con nuestra propia agenda en mente, no podremos saborear la dulzura del evangelio plasmado por un Dios que nos ha salvado y busca tener una relación personal con su pueblo.
Amiga, no estás sola. No eres la única lidiando con la incertidumbre y el dolor que encontramos en este mundo. Sinceramente hay días en los que quisiera poder remendar una cirugía de corazón con una curita, pero sabemos que eso jamás solucionará el problema. Por lo que me toca recordarme una y otra vez que Él está obrando en mi corazón (Ro 8:28-29), y que me ayudará a cumplir Su propósito paso a paso. Debo aprender a esperar, confiar y no desistir en estar con Él en Su Palabra (Sal 119:24). No será fácil, no será rápido, no será instantáneo, pero nuestra santidad y comunión con El Padre, valen toda la pena.
Cuando vemos nuestra incapacidad de vivir bajo nuestras fuerzas, la Biblia deja de ser tomada como un manual y se vuelve nuestra ancla en dónde vemos reflejado el carácter perfecto de Dios para continuar. ¿Has visto cómo los hijos pequeños imitan a sus padres? Al crecer cuentan historias de cómo recuerdan a sus padres haciendo actividades cotidianas y cómo ellos fueron adoptándolas con el tiempo, esto sucede en la cercanía de la relación. Es lo mismo con Dios y sus hijos. Cuando nos sumergimos en la belleza de la Biblia, encontramos el carácter y obrar de Dios, y en la mucha relación, comenzamos a imitar a nuestro Padre, y buscamos responder como Él lo pide porque le amamos (Heb 12:5.10; Jn 14:23-27). Convirtiéndonos en un reflejo de Él y dando fruto por lo amadas que hemos sido por Él.
¿Y sabes qué es lo mejor de todo? Que nada de esto depende de nosotras. El Espíritu Santo nos guía a entender nuestra necesidad del Señor (2 Ti 3:17). Entonces, si nada de esto depende de nosotras ¿de quién depende y de quién provienen esas fuerzas? ¡De Dios mismo! No podemos entender la profundidad de nuestra pecaminosidad sin la intervención de Dios, y sin entender esa profundidad no correremos con urgencia y obediencia a Él en Su Palabra.¡Gracias a Dios por Su obra! Podemos descansar en Él.
Por último, mi consejo para ti es lo que me repito diariamente; ora y pide al Señor que te ayude a profundizar en tu necesidad de Él. Caminemos con más cristianas maduras en la fe que nos ayuden a seguir buscando ver a Cristo en nuestras situaciones. Pero no olvides que en este caminar cristiano caminas de la mano del Único que puede mantenerte segura en Él; Jesús mismo. Ve tu caminar, no como un plan de trabajo, no como una “to-do list”, no como algo que cumplimos porque “debemos” hacerlo, sino como una genuina y humilde necesidad de, como criaturas, buscar al Creador.
Cultiva tus disciplinas espirituales. Recuerda que tu lectura de la Biblia siempre se trata de lo que Cristo ya hizo, eso será la base de tu esperanza para hoy. Recuerda que no se trata de buscar conocer a Dios y luego presumir nuestro conocimiento. Tampoco de tratar con dureza a los demás por qué sabemos más que ellos. Se trata de encontrar, atesorar, y vivir la cruz. Se trata de ser embajadores del evangelio y no de nosotros mismos. No podremos encontrar paz y descanso sin Él, el cual reflejamos en cómo tratamos a otros en nuestra iglesia local con quienes compartimos la vida cotidiana en Cristo. Pertenece a una iglesia en donde se comparte la predicación cristocéntrica, únete en alabanza y adoración centradas en el Señor, todo esto nos ayuda a vivir una vida que honre a Dios para que Él crezca y nosotros disminuyamos (Jn 3:30).
Entonces recuerda, es asunto de vida o muerte que dependamos del Señor. Recuerda que tenemos una esperanza en Cristo, que gracias a Su obra en la cruz podemos abrir nuestras Biblias y tener una relación íntima con nuestro Padre, y que podemos descansar en Él al reconocer que, aunque no podamos verlo enseguida, Él está haciendo la obra en nosotras. Guárdate de las corrientes del mundo, que la cultura no se impregne en tu mente y corazón, más bien que la verdad del evangelio expuesta en Su palabra abunde en ti (Col 2:8). Recuerda que en Cristo no hay atajos pero podemos disfrutar cada día el caminar en Él. Y no olvides que todo lo que nos direccione a algo que no sea darle honra e imitar a Cristo, no nos llevará a nada bueno. ¡Comienza hoy a profundizar en tu necesidad de Cristo, y a disfrutar tu comunión con Él, no lo dilates más!