La etapa de la adolescencia en mis hijos me tomó por sorpresa. Criar hijos pequeños fue muy cansado, pero, en muchas maneras, sencillo. Ellos necesitaban aprender a comer, caminar, ir al baño, leer, escribir, y obedecer. Cada día era un ciclo sinfín de hacer las mismas cosas. Entre tanto qué hacer, era muy difícil pensar más allá del “hoy”.
En un abrir y cerrar de ojos, tengo tres adolescentes en mi hogar. Cambiamos carritos y trenes por celulares y computadoras. Cambiamos vestidos de princesa por planchas para el cabello. Cambiamos nuestro deseo de silencio (¡aunque solo sean 5 minutos!) por el deseo de que nos cuenten algo de lo que sienten y piensan. Y cada día estoy más convencida de una verdad central:
Dios es el único que puede obrar en el corazón de mis hijos. Por lo tanto, la oración es la mejor obra que puedo hacer por ellos.
Te comparto algunas de las peticiones que Dios ha puesto en mi corazón por mis hijos adolescentes. Llevemos a nuestros hijos ante el trono de la gracia.
1. Que Jesús sea más atractivo para ellos que los cantantes y actores, que el sexo y el dinero, que la aceptación y aprobación de sus amigos (Sal. 1:1).
2. Que experimenten la protección divina del Espíritu Santo. Que no sean víctimas del león rugiente que busca a quién devorar (1 P. 5:7-8).
3. Que comprendan el verdadero amor y reconozcan quién es el verdadero Amante de sus almas. Que no se conformen con el “amor” barato y egocéntrico que el mundo ofrece (1 Jn. 4:10; 1 Co. 13).
4. Que la fe que hay en su corazón, tan poca que sea, llegue a ser una fe viva y verdadera. Que no sea una fe muerta que no va acompañada de obras. Que sus ojos estén puestos en el Autor y Consumador de esa fe (He. 12:2; Stg. 2:14-18).
5. Que sepan que ellos no son el centro del universo. Que sean humillados ante la grandeza de Dios y reconozcan la enorme necesidad humana (1 P. 5:5-6).
6. Que estén conscientes de su propio pecado y su posición delante de Dios. Que conozcan Su perdón y restauración, y que practiquen la confesión diaria de sus pecados (He. 12:1; 1 Jn. 1:9).
7. Que no menosprecien la disciplina del Señor ni la de sus padres. Que no desmayen cuando sean reprendidos y corregidos, que entiendan que se les disciplina por amor (He. 12:5-11).
8. Que se deleiten en la Palabra de Dios. Que ninguna de sus palabras se aparte de ellos. Que mediten en ella, y la obedezcan (Sal. 1:2).
9. Que su futuro cónyuge sea protegido y guiado por Dios, salvo por su gracia y traído a los pies de Cristo diariamente (Ef. 1:17-18).
10. Que hagan sus planes para el futuro a la luz de su destino eterno. Que inviertan en desarrollar habilidades y conocimientos que sean útiles para avanzar el reino de Jesucristo sobre esta Tierra (Sal. 1:6).
11. Que Dios les conceda sabiduría y conocimiento de Él, alumbrando los ojos de su entendimiento (Ef. 1:17-18).
12. Que sean como árboles plantados junto a corrientes de aguas, dando su fruto en su tiempo (Sal. 1:3).
Muchas de estas peticiones surgen de los siguientes pasajes (que te pueden servir para meditar y orar):
SALMO 1
Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.
No así los malos,
Que son como el tamo que arrebata el viento.
Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio,
Ni los pecadores en la congregación de los justos.
Porque Jehová conoce el camino de los justos;
Mas la senda de los malos perecerá.
EFESIOS 1:15-19
Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza.
HEBREOS 12:1-6
Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él; Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.
Este artículo fue publicado originalmente en www.palabraygracia.com y www.crianzareverente.com