Después de meses en cuarentena y de congregarnos en línea los auditorios comienzan a abrirse de nuevo. Nos llenamos de alegría porque pronto volveremos a ver los asientos ocupados por nuestra familia en la fe. Cuánto anhelamos ver de nuevo a los niños brincando al llegar al auditorio, escuchar juntos el mensaje de nuestros pastores, ver la sonrisa de la ancianita que nos saluda cada mañana del Domingo, y escuchar nuevamente la voz de la iglesia adorando a Jesús. Definitivamente el regreso a nuestros auditorios será una gran alegría, sin embargo, hay algunas cosas importantes que considerar al regresar a las cuatro paredes de la iglesia. Veamos tres puntos que considero muy importantes.
1.- No descuidemos lo esencial por los extras
Creo que podemos estar de acuerdo en que si una verdad salió a relucir durante este confinamiento es que la Iglesia somos nosotros y no el edificio. Aunque el auditorio, las luces, la plataforma, y los eventos son buenos, estos no son la iglesia. Quizá por la mucha familiaridad con estos elementos podemos llegar a creer que en conjunto es lo que forma o define a la iglesia. Sin embargo, la realidad es que nada de esto es parte de su naturaleza, nada de esto es esencial.
Si todos estos elementos son extras quizá podrás preguntarte qué es entonces lo esencial de la iglesia. Para entender esto veamos el momento en el que la iglesia nació. En Hechos 2, tal como Jesús lo había prometido, el Espíritu Santo es derramado en sus discípulos e inmediatamente Pedro (lleno del Espíritu Santo) predica el evangelio, tres mil personas creen, y ¡boom! la iglesia es formada.
Es muy interesante ver que lo primero que la Biblia nos dice sobre esta iglesia naciente es que “perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” Hechos 2:42
Estos cuatro elementos los vemos presentes, no solo en el nacimiento de la iglesia primitiva, sino a lo largo de toda su vida. Por lo que podemos decir sencillamente que la Palabra (doctrina), la comunión unos con otros, la adoración (partimiento del pan) y la oración son los elementos esenciales de la Iglesia. Hay tanto que profundizar en cada uno de éstos y tan poco espacio en este artículo, por lo que te invito a continuar meditando en éstos en la Palabra.
Este tiempo de cuarentena nos forzó a dejar lo extra a un lado y enfocarnos en lo esencial. Pusimos esfuerzos extras para que la iglesia continuara alimentándose de la Palabra, hicimos lo posible para continuar adorando juntos, nuestras reuniones de oración aumentaron, tuvimos muchísimas video-llamadas para pasar tiempo juntos, y nuestra intencionalidad por velar por nuestros hermanos fue duplicada. En otras palabras, identificamos lo esencial y pusimos esfuerzo extra en ello. Honestamente creo que es lo mejor que nos dejó este tiempo, un reenfoque y, por ende, experimentamos un crecimiento tremendo.
Por lo que el primer punto a considerar al regresar a las cuatro paredes es que nos cuidemos de no caer en el error de descuidar lo esencial. Que nuestros esfuerzos por lo extra no nos dejen sin energías para lo más importante. No permitamos ocuparnos tanto con eventos, proyectos, metas, ensayos… que descuidemos la Palabra, la oración, la comunión y la adoración (personalmente y como congregación). No me malentiendan, todo esto es bueno pues puede ser un complemento poderoso para nuestras vidas, siempre y cuando, usemos los extras para servir a lo esencial y no al revés. Familia, al regresar a nuestros auditorios cuidémonos del activismo hueco, en donde servimos lo institucional, pero descuidamos el organismo.
2.- No guardemos cuarentena dentro de la iglesia
La iglesia no sólo tiene una identidad, también tiene una misión. Cuando, por lo extra, descuidamos lo esencial dentro de la iglesia, es muy probable que también descuidemos nuestra misión dada por Dios; hacer discípulos de Jesús (Mateo 28:19). Algo que sucedió debido al encierro es que salimos del auditorio. En lo personal tuve más tiempo para voltear a mi alrededor y ver la necesidad tan grande que hay fuera de las cuatro paredes de la iglesia. A la vez, me gocé por los esfuerzos constantes de diferentes congregaciones, ministerios y creyentes para exponer el evangelio a través de las redes sociales. ¡Sin duda esto es otra cosa buena que nos dejó este tiempo de confinamiento!
Por lo que cuidémonos de que cuando termine la cuarentena dentro de nuestra casa no la guardemos ahora dentro de la iglesia. Seamos obedientes al llamado que Dios nos dio de salir a dar de la gracia que hemos recibido al predicar el evangelio a un mundo necesitado.
3.- Seguir las medidas de seguridad no es falta de fe
Por último, algo importante que considerar es que al regresar sigamos las medidas de seguridad que las autoridades nos piden. Podríamos pensar que seguir las medidas de seguridad es falta de fe, pero en realidad es obediencia y sabiduría.
Cuando Satanás tentó a Jesús, en uno de sus intentos de hacerlo caer le llevó sobre el pináculo del templo y le dijo: “Si eres hijo de Dios, lánzate abajo, pues escrito está: a sus ángeles te encomendará y en las manos te llevarán, no sea que tu pie tropiece en piedra” y Jesús le contestó: “También está escrito; no tentarás al Señor tu Dios”.
Si pensamos salir sin precauciones a la calle por nuestra “mucha fe” tengamos cuidado pues podemos estar llamando fe a lo que realmente es tentar a Dios. Sabemos que será difícil ver a nuestros amigos y no poder abrazarlos como quisiéramos, pero tomemos las medidas que nos señalen por amor a Dios y a los más vulnerables. Si así hacemos, primero Dios, muy pronto podremos abrazarnos de nuevo.
En conclusión, ¡Que alegría será regresar a nuestra iglesia! Regresemos llenos de gozo pero mi oración es que no regresemos iguales o a hacer lo mismo. Al regresar no perdamos lo que obtuvimos de este tiempo, enfoquémonos en lo esencial, esforcémonos en la misión y siempre siguiendo las medidas de seguridad por amor a los demás.
Publicado originalmente en www.directorcreativo.pro