Hace falta hablar del infierno. Sé que no es nuestro tema preferido, pero si Jesús habló de él, sus discípulos también deben hacerlo. ¡Cuán poco escuchamos en el púlpito acerca del infierno hoy en día! Algunos no lo creen relevante, otros se sienten intimidados por el tema, y algunos otros simplemente no creen en esta doctrina. En este artículo daré 6 razones de por qué la doctrina del infierno es fundamental y buena para el cristiano, esto con el único motivo de animarte a abrazar y hablar sin temor esta enseñanza bíblica.
Antes de pasar a hablar de por qué es tan fundamental e importante la doctrina del castigo eterno y del infierno, quisiera hablar un poco sobre lo que la Biblia nos dice de esto.
La Palabra de Dios enseña en varios pasajes que existe tal lugar. Vemos en Mateo 10:28 que Jesús dijo: “Y no teman a los que matan al cuerpo, mas el alma no pueden matar; teman más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”. También al final de la parábola de los talentos en Mateo 25:30 nos dice que el amo dirá: “Y a ese siervo inútil échenlo afuera, a la oscuridad, dónde habrá llanto y rechinar de dientes”. Más adelante en Mateo 25:41 similarmente nos dice que el Rey Jesús dirá a algunos: “Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”, y en el v.46 termina diciendo “Estos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna”.
Apocalipsis 20:10 dice: “Y el diablo que los engañaba fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también están la bestia y el falso profeta. Y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.” Y Apocalipsis 20:15 continúa diciendo: “Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”.
Con tan sólo estos versículos podemos definir el infierno como el lugar en donde Dios ejecutará el castigo eterno y consciente para los impíos (aquellos que no se arrepintieron de sus pecados ni depositaron su fe en Jesucristo), para Satanás y para sus demonios.
John MacArthur y Richard Mayhue explican en su libro ” Teología Sistemática” que el infierno se asocia con tres consecuencias negativas eternas: el castigo, la destrucción y la expulsión. Ellos dicen lo siguiente; “En primer lugar, los impíos son castigados y reciben la justa retribución por sus acciones (Lc. 12:47-48). El castigo de Dios no es vengativo, sino la justa paga por los errores cometidos. En segundo lugar, el infierno implica destrucción (2 Ts. 1:9), que entraña los conceptos de perdición y desperdicio. Quienes mueren en incredulidad han desaprovechado las oportunidades de vivir una vida que importaba para Dios. Son enemigos suyos, y la pérdida y la perdición son su destino (Mt. 7:19). En tercer lugar, el infierno incluye la expulsión. Los impíos no solo son castigados, y no solo sufren perdición, sino que también son expulsados de las bendiciones del reino de Dios, y se les niega el acceso a las glorias de la nueva tierra, Dios, como Rey, los ha apartado sin esperanza de entrar en su presencia (Ap. 22:14-15)”.
¡Realmente el infierno es terrible! Tan terrible que algunos se niegan a creer en él. Por un lado, hay personas o corrientes que afirman que un Dios tan bueno y lleno de amor no es capaz de mandar a nadie al infierno, por otro lado, hay algunos que argumentan que el castigo a los que no creyeron en la obra de Cristo es ser aniquilados, de manera que simplemente dejarán de existir. Sin embargo, afirmar cualquiera de estas posturas es negar la justicia santa de Dios e ir en contra de lo que dice la Escritura sobre un castigo eterno.
La doctrina del infierno es difícil de digerir pero sumamente importante pues es una de las columnas por la cual el cristianismo se sostiene. Por más difícil que suene esto, la doctrina del infierno embellece a Cristo y su evangelio, da propósito a la Iglesia y da gloria a Dios. Para entender esto más a profundidad veamos 6 consecuencias de negar la doctrina del infierno.
1.- Al negar la doctrina del infierno el evangelio es destruido
Romanos 6:23 es claro al decir: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Pero si decidimos ignorar este versículo y decimos que no existe el castigo eterno, entonces no hay malas noticias para el pecador. Por consiguiente, si no hay malas noticias para el pecador, tampoco hay necesidad de la buena noticia, es decir, el evangelio.
Romanos 1:16 dice que el evangelio es poder de Dios para salvación. Pero si no hay infierno, ¿De qué necesitamos ser salvados? Si no hay necesidad de salvación, tampoco hay necesidad de un salvador. Si esto fuera verdad, en vano hubiera sido la cruz de Cristo.
Eliminar la doctrina del infierno destruye por completo el evangelio, nublando así la belleza inigualable de Cristo como nuestro Redentor.
2.- Al negar la doctrina del infierno la adoración de la Iglesia es destruida.
Si al negar la doctrina del infierno destruimos el evangelio, entonces también destruimos la adoración de la Iglesia. En el Antiguo Testamento vemos a Dios liberando a Su pueblo de la opresión de Egipto con el propósito de que le adorara. Sabemos que esto es una sombra de Cristo, el mejor Moisés que libertaría a su pueblo de la opresión del pecado, de la muerte, y del juicio eterno para que le sirviera y le adorara para siempre como respuesta natural ante tan grande salvación.
Nada produce adoración a Dios en el creyente como el evangelio, tanto así que en Apocalipsis vemos que el tema principal de la adoración celestial por la eternidad es precisamente la obra salvadora de Cristo.
Apocalipsis 5:9-10 “Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación. Y los has hecho un reino y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra.”
Si no hay infierno, entonces no necesitamos un salvador para ir al Padre. Y si Cristo no es ese salvador, si Cristo no es la verdad, ni la vida, ni el único camino al Padre, entonces no hay razón para rendirle nuestra adoración. El evangelio es el motor y combustible para adorar a Dios con toda nuestra vida, por lo que si eliminamos la doctrina del infierno también eliminamos la maravillosa obra redentora y transformadora de Cristo en nuestra vida, la cual produce adoración.
3.- Al negar la doctrina del infierno la misión de la Iglesia es destruida
Si al negar la doctrina del infierno el evangelio y la adoración son destruidos, también lo es la misión de la Iglesia. La misión de la iglesia se resume en Mateo 28:19; “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. También Marcos 16:15 dice; “Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura“.
John Piper tiene una famosa cita que dice: “Las misiones existen porque la adoración no existe”. Esta frase explica hermosamente que nuestra misión es evangelizar para que más personas adoren a Dios por Su obra salvadora. Pero como vimos, si eliminamos la doctrina del infierno, destruimos el evangelio y la adoración, destruyendo también por completo la misión de la Iglesia.
Si no hay infierno no hay necesidad de orar por salvación ni de predicar el evangelio a los incrédulos, pues no hay un peligro futuro para ellos. En vano habría sido la sangre derramada, no sólo de Cristo, sino también de los miles de cristianos que entregaron su vida para que el evangelio se expandiera.
“Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.” Hechos 20:24
Pablo es claro al decir que su propósito en la vida consistió en llevar a cabo la encomienda del Señor Jesús, es decir, dar testimonio del evangelio. Pero si no hay infierno, tampoco hay propósito para la iglesia.
4.- Al negar la doctrina del infierno el carácter de Dios esta en juego
Si no hay infierno el carácter de Dios es cuestionable. Piénsalo, si no hubiera necesidad de un Salvador nos podríamos preguntar entonces si Dios es un sádico, pues le plació derramar su ira en Su Hijo inocente sin propósito alguno. Si no hay infierno también podemos cuestionar su amor por la iglesia ya que nos llama a ser partícipes del sufrimiento de Jesús. Si creyentes e incrédulos estarán en el cielo y no hay peligro futuro para nadie ¿Por qué entonces sufrir tanto como cristianos? ¿Por qué no vivir una vida de placeres y lujos, tranquila y en paz como los incrédulos? Esto sería una injusticia.
De hecho, Su santidad y justicia estarían grandemente en juego. En el humano hay un sentido interno de necesidad de justicia en el mundo, y precisamente Dios nos llama a confiar en que Él es el juez justo que lleva registro exacto de toda obra de maldad y que emitirá justicia perfecta. Pero si no hay consecuencias de nuestros pecados entonces Dios no es un Dios confiable pues no es justo, veraz, ni santo.
5.- Al negar la doctrina del infierno destruimos la identidad de la Iglesia.
En los 4 puntos anteriores vimos que al negar la doctrina del infierno destruimos el evangelio, la adoración, la misión y el carácter santo de Dios. Si esto fuera verdad podemos decir que terminamos destruyendo a la Iglesia por completo. La Iglesia es una familia formada por la fe en el evangelio. Una familia que adora, ora, tiene comunión y comparte misión, todo sostenido por la confianza en el carácter de Dios.
Pero si no hay infierno no es necesaria la fe en el evangelio. Si no hay evangelio no hay revelación de la gracia de Dios que produce adoración y comunión los unos con los otros. Si no hay un castigo eterno tampoco hay necesidad de orar ni poner nuestras vidas en peligro por anunciar al incrédulo la buena noticia de salvación, en otras palabras, no hay misión.
Si no tenemos el evangelio, la adoración, la comunión, la oración, ni la misión ¿Quién es la iglesia? ¿Para qué existe? ¿Cómo es formada? ¿Cuál es la diferencia entre el pueblo separado y el resto del mundo?… Si negamos la doctrina del infierno destruimos la identidad de la Iglesia.
6.- Al negar la doctrina del infierno le restamos gloria a Dios
Dios ha depositado en nosotros amor por la humanidad, por lo que pensar en esta doctrina nos hace temblar, causa en nosotros agonía y urgencia por aquellos que no han rendido sus vidas a Cristo. Para nosotros es difícil entender la doctrina del infierno ya que nuestra mente no ha llegado a la plenitud de la de Cristo. Pero debemos entender que todo lo que Dios ha ordenado lo ha hecho en su sabiduría y es bueno, y que llegará el día en que seamos glorificados y podamos comprobar y comprender por completo su buena, perfecta, y agradable voluntad.
Ahora no comprendemos en plenitud la gravedad del pecado ni la santidad de Dios, por lo que al evaluar nuestras ofensas contra Dios conforme a nuestros estándares creemos que el infierno es algo exagerado y severo. David King-don observa que “el pecado contra el Creador es atroz a un grado completamente más allá de lo que nuestra imaginación torcida por el pecado puede concebir… ¿Quién tendría la temeridad de sugerirle a Dios qué debe ser el castigo?”
Vemos en Apocalipsis 19:1-4 a una multitud en el cielo cantando alabanzas a Dios por la rectitud de sus juicios. “¡Aleluya! La salvación, la gloria, y el poder son de nuestro Dios, pues sus juicios son verdaderos y justos: ha condenado a la famosa prostituta que con sus adulterios corrompía la tierra; ha vindicado la sangre de los siervos de Dios derramada por ella… ¡Aleluya! El humo de ella sube por los siglos de los siglos” Y los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en tierra y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya!
Podemos decir con certeza que ellos logran ver con mucha más claridad que nosotros cuán terrible el pecado es, y cuán justos y buenos son los juicios de Dios.
Con esto en mente, podemos decir que la doctrina del infierno embellece el evangelio dando gloria a Dios, por consiguiente, al negar la doctrina del infierno restamos gloria a Dios. Wayne Grudem en su libro “Doctrina Bíblica” dice lo siguiente: “Si bien el mal que queda sin castigo le resta gloria a Dios en el universo, también debemos darnos cuenta de que cuando Dios castiga el mal y triunfa sobre él, se ve la gloria de su justicia, rectitud y poder para triunfar sobre toda oposición (Ro. 9:17,22-24). La profundidad de las riquezas de la misericordia de Dios también serán reveladas, porque todos los pecadores redimidos reconocerán que ellos también merecen tal castigo de Dios y no lo recibieron por la misericordia de Dios por medio de Jesucristo.”
En conclusión afirmamos que la doctrina del infierno es fundamental para el cristiano, y que aunque es difícil para nosotros comprenderlo ahora, glorifica a Dios y es buena. En vez de negar o ignorar esta doctrina dejemos que inflame en nuestros corazones el anhelo de salvación para todo pecador. Entre más abracemos esta realidad más adoraremos a Dios, más urgencia tendremos por la predicación del evangelio y más fiel será nuestro mensaje. Nuestra predicación y doctrina debe incluir la realidad del castigo eterno ya que al retratar lo oscuro del panorama futuro para el incrédulo, alumbramos el poder, la suficiencia y la belleza de Jesucristo como la única esperanza de salvación.
Es verdad, es terrible la realidad del infierno, pero ¡cuán brillante y gloriosa se ve la gracia de Dios a su lado! ¡Toda gloria y honra a Dios por Jesucristo! Quien mediante el arrepentimiento y fe en Él nos libra de la condenación eterna.