Tengo una relación complicada con las redes sociales. Antes de que el Señor me encontrara, trabajé un tiempo para una agencia de productos para gimnasio en el que me pagaban por realizar publicaciones tomando ciertos productos o realizando ejercicio. Esa era mi fuente de aceptación y valor, y como toda cisterna rota, era un hoyo negro que solo me dejaba vacía y sedienta. Después de que el Señor en su misericordia me encontró sentí la necesidad de completa purga en mis redes sociales. De tener miles de seguidores que no conocía pero que seguían a esta chica que mostraba sus fotos haciendo ejercicio, me quede con solo personas que me conocían en la vida real. Siguiendo mi caminar con el Señor, intenté tener siempre presente la vanidad que se encuentra en estas plataformas y el mal uso que podemos llegar a darle. Pero aún sabiendo los peligros de ella, no me hicieron inmune.
Un día estando en mis redes, vi una imagen de mi esposo y yo haciendo una “buena obra”. Sin pensar la guardé, la edité, y estaba preparada para subirla. Antes de publicarla, el Espíritu Santo redarguyó mi corazón y en mi interior sonaba una pregunta: «¿Por qué quieres que otros vean esto?» Mi primer instinto fue justificarme, me mentí a mí misma diciendo: «¡Esto es para honrar al Señor! ¡Para Su gloria! ¡Quiero que la gente vea buenas obras!» En mi mente comencé a convencerme como la foto de nosotros haciendo “buenas obras” era mi manera de ser luz en las redes sociales. Examiné mi corazón y fui sincera conmigo misma; no quería glorificar al Señor, quería que la gente me viera a mí, que la gente viera que tan espirituales somos, vean como amamos y servimos al Señor. Pude ver que tan podridas eran mis intenciones, y al final del día, nunca publiqué esa imagen.
Creo que como cristianos todos hemos pasado alguna vez por esta tentación, algunos tal vez no nos hemos dado cuenta que en verdad nos estamos engañando. Quisiera comenzar este escrito haciéndonos la pregunta «¿Deberíamos de publicar nuestras buenas obras?» Para responder esta pregunta iremos a la Palabra.
Por un lado, tenemos el siguiente versículo: «¡Tengan cuidado! No hagan sus buenas acciones en público para que los demás los admiren, por que perderán la recompensa de su Padre, que está en el cielo» (Mateo 6:1) Estas son palabras de Jesús, y la advertencia al igual que el mandato son muy claros; nuestras buenas obras son para el Señor. Y si ese primer versículo no fue suficiente, Jesús continúa diciendo «Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha. Entrega tu ayuda en privado, y tu Padre, quien todo lo ve, te recompensará.» (Mateo 6:3,4).
Para poder ilustrar este punto inventaré un ejemplo: publico una foto con la intención muy profunda de ser visto en la que estoy compartiéndole a los perdidos, hablo de cuanta necesidad hay en el mundo, de cómo pensaba que estaba yendo a ser de bendición y al final la bendecida fui yo. Hablo de los sacrificios que hice para poder llegar ahí y entre otras cosas. Los comentarios empiezan a llegar, los «likes» empiezan a amontonarse, uno tras otro dice «¡gracias a Dios por tu vida!» y yo contesto un «¡gracias a Dios!». En ese caso estaría haciendo lo que un pastor enseñaba que es como «empanizar nuestra necesidad de atención y deseos egoístas de cristianismo». Lo que yo quiero con esa publicación es que la gente vea que tan buena sierva soy, que tan dedicada soy a la obra del Señor, que me aplaudan a mí, pero lo disfrazo de que quiero que la gente vea lo que el Señor está haciendo a través de mi servicio. Quiero ser aplaudida y reconocida. Quiero que la gente me dé su aprobación y atención. Y si no fue mi disfraz suficientemente bueno lo termino con un «¡gloria a Dios!» por si las dudas. Al hacer esto, recibir “likes” sería muy única recompensa, perdiéndome de la recompensa de mi Padre celestial.
Pero, por otro lado, ¡Jesús también nos llama a ser luz! Veamos Mateo 5:14-16: «Ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse. Nadie enciende una lámpara y luego la pone debajo de una canasta. En cambio, la coloca en un lugar alto donde ilumina a todos los que están en la casa. De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial.»
Si leemos ambos versículos podríamos preguntarnos si acaso Dios se está contradiciendo, sin embargo, no es así. Tomando el ejemplo anterior, si voy a predicarle al perdido, yo no podría esconder mi buena obra a los que les estoy predicando, sería una obra a la vista de todos los que están presentes, y sería para la gloria del Señor. Esto es lo que Jesús se refería. Hay obras que no podremos esconder, porque estaremos siendo vistos por los que estamos sirviendo, y cuando éstas son hechas con motivaciones correctas Dios recibe gloria no sólo de las personas que recibieron el beneficio de nuestras obras sino también de nosotros mismos.
Jesús nos llama a que otros vean la gloria de Dios a través de nuestras acciones, no por nuestras publicaciones.
Quisiera enfatizar que la intención de este artículo no es que todos cerremos nuestras redes sociales, pues sí hay maneras correctas de usar nuestras redes sociales para honrar al Señor. Es un hecho que no todas las publicaciones son hechas con motivaciones correctas, sin embargo, no todas son hechas con motivaciones incorrectas. Hay maneras de hablar de la obra del Señor sin necesidad de ponernos a nosotros como el papel principal. Todo radica en la real motivación que hay en nosotros para realizar no solamente una publicación, sino en todo lo que hacemos para el Señor.
Todo radica en la motivación con la que hacemos las cosas. Sabiendo que nuestro corazón es muy engañoso, antes de realizar cualquier cosa nos es conveniente detenernos y meditar el porqué lo estamos haciendo. ¿Por qué quiero publicar esto? ¿A quién le estoy dando la gloria al hacerlo? ¿La aprobación de quien busco? John Piper escribió en su libro «Lo Que Jesús Exige del Mundo» que cuando hacemos algo con motivaciones incorrectas «lo queremos aparentar es que atesoramos a Dios, pero en verdad atesoramos la alabanza de los hombres». Tomás de Kempis dice algo similar en su libro la imitación de Cristo «Muchas veces parece caridad lo que es en realidad carnalidad. El que tiene verdadera y perfecta caridad no se busca a sí mismo en cosa alguna, más en toda cosa desea que Dios sea glorificado».
No debemos olvidar que algún día todas nuestras obras serán probadas por fuego «Pero el día de juicio, el fuego revelará la clase de obra que cada constructor ha hecho. El fuego mostrará si la obra de alguien tiene algún valor. Si la obra permanece, ese constructor recibirá una recompensa, pero si la obra se consume, el constructor sufrirá una gran pérdida.» (1 Corintios 3:13-15). Nuestras obras serán pasadas por fuego, aquellas que no fueron para la gloria del Señor, se harán cenizas y, solo las obras verdaderas sobrevivirán la prueba.
Hermana, algún día, estaremos cara a cara con el Señor, y todas nuestras obras serán desnudadas delante de nuestros ojos y los de Dios, no podemos ni podremos engañar a Dios sobre nuestras motivaciones, Él conoce todo de nosotros. «Tú conoces mi sentarme y mi levantarme; desde lejos comprendes mis pensamientos. Tú escudriñas mi senda y mi descanso, y conoces bien todos mis caminos. Aun antes de que haya palabra en mi boca, he aquí, oh SEÑOR, tú ya la sabes toda.» (Salmo 139:2-4)
Si somos sinceros, cuando como Cristianos hacemos lo que hacemos para nuestra propia gloria estamos demostrando un problema de idolatría, estamos diciendo que Dios no es recompensa suficiente. No es suficiente ser visto por el Señor. No es suficiente la aprobación del Señor. Esta es la misma lucha que hemos tenido desde la caída, queremos robarle gloria a Dios. ¡Que grave es esto! Que tan corrupto es nuestro corazón. Tenemos el hermoso privilegio de conocer a Dios, honrarlo, servirle, bendecirlo, y darle gloria. ¡Realmente no podremos tener recompensa y privilegio más grande que éste!
Vivir para la aprobación y reconocimiento del hombre es cavar en un pozo sin fondo, jamás encontrarás lo que buscas. Solo Cristo es nuestra fuente de satisfacción, solo Cristo es nuestro sello de aprobación a través de su sacrificio. Tal como dice Kelly Needham en su libro «Friendish» “al vivir para la audiencia de Uno, solo para ser vistos por Dios, ya no tendremos la necesidad de ser aprobados por otros.”
Por lo que termino animándote a que dejes que tu luz brille, pero que brille para la gloria Cristo. No quisiera que seas disuadido de hacer buenas obras, por favor, ¡hazlas! Fuimos llamados a servir en amor por lo que ha sido hecho por nosotros, dar de gracia lo que hemos recibido de gracia. Pero no olvides de constantemente inspeccionar tu propio corazón y no subestimar lo engañoso que puede llegar a ser, y que si vemos que algo anda mal en nuestras motivaciones lo reconozcamos con humildad y acudamos al Señor para que sea Él por medio de su Espíritu Santo el que transforme nuestro corazón a ser más como el de Él.