“Y le traían niños para que los tocara; y los discípulos los reprendieron. Pero cuando Jesús vio esto, se indignó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí; no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el reino de Dios. En verdad os digo: el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” Marcos 10:13-15 LBLA
Imagina esto, Jesús está con sus discípulos contestando preguntas doctrinales acerca del divorcio y adulterio, y de pronto, en medio de esta seria reunión, algunos rompen la formalidad presentando a sus niños ante Jesús. ¡Sin duda esto debió sorprenderles! El texto continúa diciendo que los discípulos reprendían a los que los traían, obviamente ofendidos por la interrupción. Sin embargo Jesús no se ofendió, todo lo contrario, él utiliza esta situación para dar una enseñanza sumamente hermosa e importante, una enseñanza sobre la salvación.
El mensaje de Jesús es claro, a menos que recibamos el reino de Dios como un niño, no entraremos en él. En Mateo 18:3 Jesús también dice que si no nos hacemos como niños no entraremos en su reino.
Pero, ¿Qué significa como niños?
Cuando leemos estos pasajes, casi en automático pensamos “A ver ¿Cómo es un niño?” Y empezamos a destacar características sobresalientes como su pureza, su habilidad de asombro, su alegría, etc. Por lo que pensamos: “Muy bien entonces me esforzaré por ser puro, fácil de asombrar, y alegre para así entrar al reino de Dios”. En otras palabras, somos propensos a ponernos una lista de requisitos morales para así recibir la salvación como mérito. Pero aún siguiendo la lógica de este pensamiento surge la siguiente pregunta ¿Y cómo lograremos hacernos puros, fáciles de asombrar y alegres?
La Biblia nos dice en el Salmo 51:5 que nacimos en iniquidad, y que en pecado nos concibió nuestra madre. Nacimos impuros y esta misma naturaleza de pecado no nos permite asombrarnos por lo bueno, porque llamamos bueno a lo malo y malo a lo bueno (Isaias 5:20), e igualmente nuestro pecado esta directamente relacionado a nuestra falta de gozo y paz (Salmo 32:3-5). Entonces, ¿Cómo entraremos al reino de los cielos? ¡Exactamente! Ahora si veremos el verdadero significado de ser como un niño.
Los discípulos lo entendieron muy bien, en Marcos 10:13 los vemos ofendidos, y muy probablemente ésta no sería su reacción si los que hubieran interrumpido hubieran sido personas que podían aportar algún beneficio a la plática, al Mesías o a ellos mismos, pero esta vez eran simples niños. Quizás pensaron “¿Qué pueden ellos aportar aquí?, ¡Que imprudencia haberlos traído a Cristo!” Y no estarían equivocados al pensar esto, los niños no tenían NADA que aportar; ni sabiduría, ni habilidades, ni beneficios. Y de pronto del que conoce el corazón y la mente de todos los hombres salen las bellas palabras: “En verdad os digo: el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.”
Jesús estaba enseñándonos exactamente cómo es que reciben los niños: sin merecerlo.
Cuando Dios nos pide recibir el reino de los cielos como un niño no se refiere a que imitemos la posición de su carácter y características para recibir la salvación como recompensa, sino que se refiere a que imitemos la posición de su corazón al recibir el evangelio; en humildad, sin confianza en nosotros mismos, reconociendo nuestra incompetencia y simplemente confiando en la obra de Jesús en la cruz por nosotros.
Los niños no pueden aportar nada, Jesús no da la salvación como mérito sino que la da por gracia. La da a los que no tienen nada que dar, ni obras en que confiar, y solamente se acercan a Él en dependencia y confianza total.
A la luz de la palabra nos daremos cuenta de que realmente somos como niños; tenemos una necesidad de ser liberados y lavados de nuestros pecados y no tenemos la habilidad para hacerlo. Intentamos alcanzar el cielo y no tenemos la estatura. Nos caímos y necesitamos que alguien nos recoja.
Todos compartimos esta incompetencia, sin embargo, se requiere humildad para recibir esta verdad como los niños; reconociendo nuestra condición y acercándonos a Cristo para recibir ayuda.
Jesús es nuestra esperanza para vida eterna, es el único camino que nos lleva al Padre, su mismo nombre anuncia su virtud, Él es Salvador. Y tenemos la hermosa promesa de que a los que reciban el reino de Dios como los niños, Jesús los recibe con las mismas palabras: “Dejen que vengan a mi, no se lo impidan, porque el reino es para los que son como los niños”.
Porque por gracia han sido salvados por medio de la fe, y esto no de ustedes, sino que es regalo de Dios; no por obras, para que nadie se jacte” Efesios 2:8-9