Doy gracias a Dios porque muchos amigos con los que crecí en la fe, hoy en día se encuentran sirviendo como pastores, maestros de la Palabra, ministros de alabanza visitando diferentes países, autores, predicadores… y mi corazón se alegra al ver como Dios está siendo glorificado en sus vidas, y como el evangelio está siendo expandido. Sin embargo, platicando con algunos de ellos coincidíamos en algo; nuestra generación fue muy inflada.
Íbamos a congresos y retiros, y el mensaje que resonaba por todas partes era acerca de nuestro llamado y deber ministerial. Se dijo de nosotros que seríamos “punta de lanza”, que alcanzaríamos naciones enteras para Cristo, que llenaríamos estadios, que había un gran llamado para nosotros que tendríamos que descubrir.
Éramos adolescentes con una pasión real por ver cumplidas todas esas palabras que hablaron sobre nosotros. Pasábamos horas y horas hablando y orando acerca de esto. “¿Cuál será mi llamado? ¿Qué dirán mis papás si dejo la escuela para cumplirlo? ¡Este trabajo me estorba para el cumplimiento del llamado, sácame de aquí Dios!”
La mayoría de mis amigos y yo pasamos un tiempo de frustración ministerial, pues no veíamos el cumplimiento de todo lo que se dijo de nosotros. Algunos frustrados en su trabajo, otros en su escuela, incluso algunos en su iglesia.
Recuerdo que cuando empecé a darme cuenta de esto en mi propia vida, fue cuando recién me casé. Le dije “sí, acepto” a David, un loco para Dios, sin duda eso fue lo que más me enamoró de él. Su amor y pasión por Dios (a demás de muchas otras cosas) era algo que yo quería cerca de mi para siempre. Un compañero a quien amar y con quien llevar una vida radical para el Señor.
Mi shock comenzó cuando regresamos de la luna de miel y me di cuenta que no sólo me había convertido en una señora, sino que también ahora era una ama de casa. Imagínense a la Karen, con todos estos aires de grandeza y sueños inmensos, enfrente del lavabo limpiando los trastes. No me malentiendan, estaba feliz de estar casada con el amor de mi vida y servirle, pero muy dentro de mi me preguntaba “¿Donde están mis naciones para Cristo?, ¿Acaso el matrimonio será un estorbo para el cumplimiento de mi llamado?”
Otros amigos se encontraban frustrados en grandes empresas, diciendo que sentían que no estaban haciendo lo que Dios quería de ellos. En resumen, descubrí que la frustración venía por sentir que estabamos siendo inútiles para el reino si no estábamos de tiempo completo en la iglesia o en otro país como misioneros, si no éramos pastores, predicadores, ministros de alabanza llenando estadios, etc.
Yo creo que algunos, por la gracia de Dios, serán llamados al ministerio de tiempo completo, que otros serán enviados a distintas naciones, y que algunos otros (como Billy Graham) llenarán estadios. Pero ¿Qué del resto de la iglesia? ¿Qué de los estudiantes? ¿Qué de las mamás? ¿Qué de los padres de familia que trabajan secularmente para alimentar a su familia? ¿Qué de los ancianos? ¿Son inútiles para Dios?
Lo que yo no sabía regresando de la luna de miel, era que durante los próximos 3 años, Dios se encargaría de quitar la distorsión en mi entendimiento acerca del llamado y el ministerio. A través de Su Palabra y gente clave alrededor de mi, comprendí que todo este tiempo había cultivado un concepto incompleto y falso del servicio a Dios.
La carta a Tito fue de tremenda luz a mi vida, Pablo escribe esta carta dando instrucciones a este joven pastor de cómo debe conducirse la iglesia, para gloria de Dios y para la expansión de Su reino. Podrías estarte preguntando qué cosas debían hacer para esto. Si como yo fuiste inflado, tal ves te preguntas: ¿Qué grandes ministerios habrían en la iglesia de Creta? ¿Cuánta gente asistió a sus eventos en estadios? ¿Cuántos de ellos estaban de tiempo completo para lograr ese alcance?
Me asombra de esta carta lo mucho que habla de las obras y de los frutos, algo de lo que nos hablaron mucho pero que cometímos el error de asociarlos con plataformas. Sin embargo, esta carta menciona nuestro carácter y deberes, como frutos de nuestra vida en Cristo y como conducto para la expansión del reino.
Tito 2 habla de manera práctica el cómo debemos conducirnos para 2 cosas: “para que la Palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:5), y “para que en todo adornemos la doctrina de Dios nuestro Salvador” (Tito 2:10). Sorprendentemente no se mencionan estadios, naciones, plataformas, ni luces. Más bien habla del matrimonio, de la paternidad, maternidad, trabajo, relaciones, y carácter. Incluso en esta carta se menciona su conducta en éstos como filtros para evaluar quiénes calificaban para el ministerio pastoral y el de enseñanza.
La Biblia nos enseña que todos tenemos el mismo llamado; glorificar a Dios (Efesios 1:5-6), Edificar la iglesia (Efesios 4:12) y Evangelizar al perdido (Isaias 61:1, Mateo 28:19:20). Esto se verá diferente en cada uno de nosotros. Algunos edificarán a la iglesia con su don de enseñanza, mientras que otros lo harán con su don de animar. Algunos evangelizarán al perdido en Turquía mientras que otros lo harán con sus propios hijos y compañeros de trabajo. Y todos glorificaremos a Dios ya sea frente a estadios o frente a un lavabo.
Resulta que lo que creíamos que podría ser un estorbo para nuestro ministerio, terminó siendo nuestro campo para él. No menospreciemos el lugar en donde Dios nos ha puesto hoy, pues ahí podemos dar mucho fruto para Él. Si tal ves eres una nueva esposa, sirve a Dios sirviendo a tu esposo (con esto no digo que ya no sirvas en la iglesia, pero entendamos que tu matrimonio ahora es tu primer ministerio). Si eres una nueva mamá y estás acostumbrada a servir arduamente en la iglesia, sigue sirviendo arduamente al Señor en tu casa (de eso no hay descanso), abraza la temporada en la que estás y reconoce que esto te ha sido dado por Dios, y que una forma de servirle y adorarle es siendo fiel con lo que te ha dado. Si tienes un trabajo secular, reconoce que tu eres del Señor 24/7, sirve a Dios en tu empleo y sírvelo saliendo de él.
Si anhelas dedicarte al ministerio de tiempo completo, buena cosa anhelas (1 Timoteo 3:1), pero entendamos que toda nuestra vida y todo nuestro tiempo, ya es del Señor. Por lo que yo creo que un buen filtro para saber si ese anhelo es genuino o no, es que aún sin tener el tiempo completo en el ministerio, usas tu tiempo y tu campo para servirle. Pues cuando Cristo es nuestra pasión, lo sigue siendo en la iglesia y fuera de ella.
¿Sabes algo? Dios usó a madres, padres, ancianos, enfermos, hombres de negocios, trabajadores, entre muchos otros, para servirle. El mundo no sólo necesita a pastores siendo ejemplo y predicando, el mundo necesita a la iglesia completa siendo luz en cada área de nuestra vida. Todos los santos somos parte del cuerpo de Cristo y somos útiles pues tenemos una función importante (1 Corintios 12:12-27). No mentiría al decir que de las personas más fieles y efectivas en el ministerio que conozco son padres de familia, empleados, esposos, madres, abuelos y tal ves jamás serán invitados a los eventos famosos, o jamás estarán sobre plataformas con luces pero de algo estoy segura. Algún día ellos estarán cara a cara con quien amaron sobre todas las cosas, en toda etapa y en todo lugar, y escucharán:
“Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor”. – Mateo 25:23
Te invito a leer y meditar en la carta de Tito, Dios seguirá hablándote.
Gracias por compartirlo, estoy en la etpa de la maternidad y esto me da tanto ánimo a que esto es lo que DIos quiere para mi, ya que me quede sin trabajo pues trabajabamos mi esposo y yo y ahora soloél labora y yo soy mama tiempo completo🙂
comparto tu experiencia, en mi iglesia mi generación creció con la expectativa de la llenura del Espíritu Santo como una meta, y entre más ‘llenos’ más ‘inflados’, gracias a Dios el fue poniendo todo en orden y puedo ver que a pesar de las “metas espirituales”, la mayoría de ellos reflejan a Jesús en su día a día, sin tener los reflectores sobre ellos.