Recientemente se ha confirmado al brote de Coronavirus como una pandemia. Se han encontrado infectados en alrededor de 143 países y territorios, registrando más de 180 mil casos y 7,000 muertes a nivel global (Para cuando leas este artículo seguramente las cifras habrán aumentado). Sin duda éstas son malas noticias, no negamos que estamos viviendo tiempos difíciles en donde muchos están perdiendo a sus seres queridos, su salud, sus ingresos y su tranquilidad.
Sin embargo, creemos firmemente lo que dice Romanos 8:28; “Y sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a su propósito.” Por lo que afirmamos que para los de la fe, todo (incluso el Coronavirus), tiene beneficios a nuestra alma. Teniendo esto en mente, veremos 5 formas en las que el Coronavirus coopera para nuestro bien.
1.- Nos recuerda la fragilidad y brevedad de la vida
Esta pandemia nos recuerda una verdad incómoda; somos demasiado frágiles. Es fácil creernos indestructibles e inmortales hasta que llegan a nuestra vida recordatorios de lo vulnerables que somos.
“Sin embargo, ustedes no saben cómo será su vida mañana. Solo son un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece.” (Santiago 4:14)
¡Auch! Santiago tiene razón, somos como un vapor que un día está y otro día se desvanece. Somos mortales y vulnerables ¡tan frágiles que algo tan pequeño como un virus puede destruir nuestra vida! Esta verdad es altamente incómoda, sin embargo, el Rey David deseaba entenderla. Él deseaba tener una correcta perspectiva de sí mismo, por lo que en una ocasión oró: Hazme saber, Jehová, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil soy. (Salmos 39:4-5)
¿Por qué el rey David oraba esto? ¿Qué beneficio tiene saber que nuestra vida es frágil y breve? Moisés nos da la respuesta en el Salmo 90:12: “Enséñanos a contar de tal modo nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría.”
Conocer la brevedad de nuestra vida trae sabiduría al corazón. Nos aleja de la locura de la autosuficiencia y del desperdicio de tiempo. Como creyentes sabemos que, por gracia y mediante la fe en Jesús, tenemos una vida eterna esperándonos. Sin embargo, reconocemos que nuestra vida terrenal es breve. Por lo que, sabiendo que no tenemos asegurado mañana, debemos examinar si estamos haciendo buen uso de cada palpitar que Dios nos regala.
Unas preguntas para meditar, ¿Cómo hacemos uso del tiempo que Dios nos concede? ¿Nuestra vida es una constante obediencia a la gran comisión? ¿Es nuestra vida un constante anuncio de las buenas noticias? ¿Es nuestra vida caracterizada por la oración? ¿Utilizamos los recursos que Dios nos da para Sus propósitos o para nuestros placeres temporales? ¿Nuestra vida está invirtiendo para lo eterno? ¿Qué cosas no estoy haciendo que Dios me manda a hacer?
El coronavirus nos recuerda que todos somos frágiles, un día estamos y otro día desaparecemos. Ninguno de nosotros sabemos qué pasará mañana, y conocer esta verdad puede re-enfocarnos a lo que verdaderamente importa; vivir para la gloria de Dios.
2.- Nos recuerda que somos dependientes
Es fácil creernos autónomos cuando las cosas van bien. Pero cuando hay una amenaza contra nuestros planes, nuestra salud, nuestro sustento, y nuestro control, es ahí cuando reconocemos otra verdad incómoda; somos dependientes.
“Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer.” (Juan 15:5)
Ni tú ni yo tenemos el poder para detener tempestades, o en este caso, para detener el Coronavirus. Estamos indefensos ante ésta y las otras miles de amenazas que presentaremos en la vida. Sin embargo, recordar nuestra dependencia es algo grandemente provechoso para nuestras almas.
Si somos creyentes, primeramente reconocemos nuestra dependencia de Dios para salvación. Reconocemos que jamás podríamos salvarnos a nosotros mismos por lo que nuestra fe se trasladó de una fe insegura en nosotros mismos, a una fe segura en Jesucristo. Pero aún siendo ya salvos, somos dependientes de Dios para todo en nuestra vida; nuestra santificación, preservación, sustento, desempeño, etc.
Reconocer nuestra dependencia nos llevará a aferrarnos fuertemente a nuestra Roca eterna (Jesús). Entre más vulnerables y dependientes nos sepamos, más brillará la eternidad y el poder de Dios.
Me gusta mucho una escena de “Príncipe Caspian” de C.S. Lewis en dónde Lucy le dice a Aslan; “Aslan, te veo mucho más grande”, él responde “Eso se debe a que tú eres mayor, pequeña”. Ella continúa “Entonces, ¿No has crecido? y Él finalmente responde “No. Pero cada año que crezcas, me verás más grande.”
Así mismo es para nosotras, entre más crezcamos en el entendimiento de nuestra dependencia e incapacidad, más grande veremos a Dios. Le conoceremos como el Dios seguro y eficaz, y como el refugio fiel en todo tiempo.
El coronavirus coopera para bien ya que nos recuerda nuestra dependencia y la suficiencia de Dios, llevándonos a refugiarnos en nuestra Roca firme.
3.- Nos recuerda que Dios es soberano
En tiempos en donde la incertidumbre abruma nuestros corazones podemos estar seguros de algo; Dios sigue sentado en su trono.
“Cuando entró Jesús en la barca, Sus discípulos lo siguieron. Y de pronto se desató una gran tormenta en el mar de Galilea, de modo que las olas cubrían la barca; pero Jesús estaba dormido. Llegándose a Él, lo despertaron, diciendo: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Y Él les contestó: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?». Entonces Jesús se levantó, reprendió a los vientos y al mar, y sobrevino una gran calma. Los hombres se maravillaron, y decían: «¿Quién es Este, que aun los vientos y el mar lo obedecen?».” (Mateo 8:23-27)
¡Me encanta esta historia! Doy muchas gracias a Dios por perpetuarla en las Escrituras ya que tantas veces me he identificado con estos discípulos temerosos, y me ha enseñado tanto acerca de Dios. Muchas veces (aún dentro de la barca con Jesús) podemos temer las situaciones de la vida y estando atemorizadas podemos ser tentadas a cuestionar el cuidado de Dios hacia nuestra vida.
Sin embargo, vemos en esta escena que Jesús no se disculpó por haber estado dormido, Él no dijo: “¡Ay, perdón! estaba muy cansado, no vi la gravedad” Jesús no se desenfocó por la tempestad que sucedía a su alrededor, Él estaba viendo el verdadero problema, la falta de fe de sus discípulos.
El mayor peligro no era el viento ni las olas sino la incredulidad de los discípulos. Y así el Señor indicó algo que ocurre con mucha frecuencia: nuestros mayores problemas están en nosotros, no en nuestro entorno, y muchas veces Dios las revela a través de problemas a nuestro alrededor.
Ellos ya habían visto muchas manifestaciones del poder de Jesús, ellos ya debían de haber entendido Quien estaba con ellos. El Señor ya lo había dicho “pasemos al otro lado”. Esto tendría que haber sido una garantía para ellos, el problema fue que se dejaron llevar por sus sentimientos y emociones en lugar de por la Palabra del Señor.
Los discípulos tenían una mayor revelación de lo que es una tormenta, ellos eran pescadores y conocían el poder y la gravedad de una tormenta, por eso ellos temían por su vida. No tenían la revelación de quién era el que estaba con ellos, por eso dudaron. Su poca fe era el resultado de la poca revelación que tenían de Jesús.
Ellos temían por la gran tormenta que se presentaba delante de sus ojos pero cuando la tempestad se calmó, nuevamente volvieron a tener temor, pero en esta ocasión ya no era por las olas del mar embravecido, sino por la majestad divina de Cristo.
Tenemos muchos datos del Coronavirus, sus síntomas, sus efectos, su modo de transmisión… Pero, ¿Cuánto conocemos a nuestro Dios? Nuestro Dios sigue siendo Soberano, Él es a quien el viento, el mar, y el Coronavirus obedecen. Y si el mismo Dios que tanto nos amó que entregó a Su hijo para salvarnos soberanamente permite esta Pandemia, entonces podemos estar seguros.
4.- Nos recuerda que podemos acudir a Dios
Si reconocemos que nuestra vida es frágil, que somos dependientes y que Él es soberano, entonces reconocemos que podemos acudir a Él para nuestro pronto auxilio.
“Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:6-7)
En la tempestad los discípulos hicieron algo bien, ellos acudieron a Jesús en busca de ayuda. La realidad es que inevitablemente habrán ocasiones en donde nos sintamos afanadas, abrumadas y atemorizadas. Pero la buena noticia es que siempre podemos acercarnos a Dios mediante la oración y súplica con acción de gracias para darle a conocer nuestras peticiones.
Es ahí en donde hacemos un intercambio con Dios, nuestros afanes por Su paz. Sabemos que Él escucha nuestras peticiones y responde conforme a Su buena, perfecta y agradable voluntad, por lo que Su paz reina en nuestra mente y corazón.
“»Por eso les digo, no se preocupen por su vida, qué comerán o qué beberán; ni por su cuerpo, qué vestirán. ¿No es la vida más que el alimento y el cuerpo más que la ropa? Miren las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas? ¿Quién de ustedes, por ansioso que esté, puede añadir una hora al curso de su vida? Y por la ropa, ¿por qué se preocupan? Observen cómo crecen los lirios del campo; no trabajan, ni hilan. Pero les digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos. Y si Dios así viste la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará Él mucho más por ustedes, hombres de poca fe? »Por tanto, no se preocupen, diciendo: “¿Qué comeremos?” o “¿qué beberemos?” o “¿con qué nos vestiremos?”. Porque los gentiles buscan ansiosamente todas estas cosas; que el Padre celestial sabe que ustedes necesitan todas estas cosas. Pero busquen primero Su reino y Su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas. Por tanto, no se preocupen por el día de mañana; porque el día de mañana se cuidará de sí mismo. Bástenle a cada día sus propios problemas.” (Mateo 6:25-34)
No permitas que el miedo y los afanes te abrumen, acude a tu Padre bueno y dale a conocer tus peticiones sabiendo que Él ya sabe lo que necesitas. La oración y comunión con Él nos guardará en perfecta paz aún en medio del Coronavirus, y nos ayudará a permanecer enfocadas en Su reino y Su justicia, sabiendo que Él proveerá para cada necesidad.
5.- Nos recuerda que este no es nuestro hogar
En lo personal, esto es como más me ha servido el Coronavirus. Me ha recordado que soy una peregrina, aquí nací y aquí vivo, pero éste no es mi hogar.
“Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo. Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: «El tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él habitará entre ellos y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado».” (Apocalipsis 21:1-4)
Es fácil que los afanes de la vida, proyectos, negocios, y vanidades nos distraigan de nuestra eterna morada. Cuando todo está bien nos sentimos cómodos en tierra extranjera pero cuando viene una prueba somos recordados que esta vida no es para asentarnos en ella. Es por eso que me atrevo a dar gracias a Dios por el Coronavirus ya que me ha hecho nostálgica hacia mi verdadera patria. El dolor, la muerte, el clamor, y las lágrimas presentes me recuerdan que aún no estoy en mi hogar. Estas aflicciones hacen que mis afectos sean desatados de lo temporal y atados a la eternidad. El coronavirus coopera en mí para anhelar más el cielo.
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.” (Hebreos 12:1-2)
Anhelamos el cielo, sin embargo, aún seguimos aquí. Algunos creen que anhelar el cielo nos hará ineficaces en esta tierra, pero veamos el ejemplo de Jesús. Él, teniendo los ojos puestos en el resultado que traería la cruz, gozosa y voluntariamente sufrió la cruz. Amada, lo que más te animará a la santificación, perseverancia y fructificación en esta vida será tener tu mirada en la venidera.
Termino con esto, permite que el Coronavirus sea usado en tu vida para recordarte que eres frágil y dependiente, pero también que Dios es soberano y refugio firme. Utiliza cada palpitar para servir a Dios, recuerda que nuestro vivir es Cristo y que nuestra muerte es ganancia, ya que nuestro Hogar junto a Él nos espera.
Palabras de vida!
Gracias Dios porque estás reinando sobre todo y en todos. Nada es nuevo para ti.
Gracias Karen. Dios te bendiga.
¡Gracias!
👍🙋
Me quedo enamorada de estas palabras y de como Dios usa este medio para hablarme.
Gracias por este mensaje Karen . Dios te bendiga grandemente…